viernes, 21 de marzo de 2014

Nepal (1)

Mi último post terminaba con unas palabras sobre mis amigos de Pokhara. Con los masajistas invidentes del Seeing Hands he pasado unos días grandes... les enseño Reflexología a cambio de nepalí básico, ese que hace reír. Ellos se parten conmigo, y yo con la gente cuando al hablar me preguntan asombrados ¿quién te ha enseñado eso? Con los niños del orfanato no estilo ese vocabulario, aunque más que amistad tengo con ellos un trato familiar. Me muero de amor cuando me llaman brother y me hablan como tal. A los más mayores los veo creciditos. Van a razón de dos dedos por año, les digo que de seguir así en poco y nada me superan. Les felicito, el cole va de puta madre. Son los niños más listos y aplicados de Nepal.

Mis días pasan entre todos ellos, la gente que conozco aquí. Y una visita de un día al Shakya Monastery, donde monjes budistas y niños cursan su vida espiritual y académica. Lobsang, el secretario del centro, un tibetano exiliado, me enseña todos los rincones del monasterio. Y nada más, ocho días no dan para mucho, pero los aproveché hasta el último minuto. Las despedidas son siempre agrias, pero les prometo a todos estar de vuelta en un año. Espero que mi Karma me lo permita...

De nuevo a Katmandú... esa ciudad donde el caos se confunde con el orden, los pitidos de los coches con el incienso en las calles, donde la gente saluda alegre al verte por primera y quizás última vez en su vida, y todo no cesa de sorprenderme. Ahora mismo vengo de mandar a la mierda a un poli que dirigía el tráfico y no nos dejaba pasar a unos peatones... tiene su morbo, y aquí es muy común saltarse las reglas sin que te expriman el bolsillo por ello: lo de llevar el casco en la moto es muy sui generis, como lo es la capacidad máxima de las mismas (he visto hasta 5 personas en una, la familia al completo), hace dos días en un autobús urbano tenían entre el salpicadero y la luna de cristal delantera tierra con dos pequeñas plantas de marihuana... Y podría continuar, pues el cúmulo de surrealismo es atroz a veces. 

Dejadme comentar sólo una más... Voy con mi hermano Raju en su moto, él ya me había explicado la dinámica de los controles de alcoholemia: olerte el aliento. Sin aparato y sin nada, nos paran, y veo que le hace una pregunta y se acerca a olerle el aliento, le hace otra y se le acerca más. Por un momento pienso que le va a dar un pico... Ok, nos manda a tomar viento, que sigamos. Me parto de la risa... Dice que le ha preguntado dos veces si llevaba los papeles, aunque no se los pide.

Ayer jugaba Nepal al cricket. Ese juego parecido al béisbol y que tanto hace perder el sentido a esta gente. El año pasado jugué con los críos en Pokhara... Sorprendiéronse cuando les dije, sinceramente, que era el deporte más aburrido al que había jugado jamás... Pero aquí el país se paraliza cuando juega su Selección, a tal punto que el autobús paraba a veces porque nos encontrábamos la calle literalmente cortada por tan llamativo fenómeno: cualquier tienda, de lo que sea, que pone cara a la calle un televisor aunque sea de pocas pulgadas, y sobre el que se agolpan de pie hasta 60 personas... por lo que pude ver. Menos mal que ganaron... me he enterado hoy, creo que pocos pudimos dormir tranquilos ayer sin saberlo. 

Y ahora ando atrapado continuando mi formación en Terapia de Cuencos Tibetanos.... un mundo aparte. El sonido y la vibración de estos cacharros me tiene enamorado. Me pego la panzada padre de horas en clase con mi maestro Santa R. Shakya, sin duda el mejor de todo el país... Ayer me llevó a su fábrica. Vi el proceso de fabricación de un cuenco artesano, algo grande, prometo fotos en el siguiente post...


Con mi amigo Hari, masajista estupendo, y su pantalón del Barça. Esta foto es para mi otro amigo nepalí: el merengón Puskar...

Sólo falta Nirmala, que hace la foto, y Shanti. De izquierda a derecha: Ramsci, Lalu, yo con mi gorro de gilipollas, Samrat, Sagar, Amnol, Hari, Mary y Govinda. 

Samir, el tipo más travieso de Pokhara.

Sale el sol que ilumina los Himalayas... En España, sobre la una y pico de la madrugada.
Me tienen enamorado estas montañas... en especial el Macchapuchare (6.993 m)

 
El Sr. Buda iluminado por los rayos de sol. Del sol interno.

Carretera, por decirle algo (ellos le llaman Highway!) entre Pokhara y Katmandú... 

Más de lo mismo... cada año está peor... Los ciento y poco kilómetros que separan ambas ciudades... 8 horas de trayecto... sí, tal cual.

La familia Khagdi, mi familia en Katmandú, me cuida y mucho...

Holi, esa fiesta loca en la que todo dios se embadurna hasta arriba de color...

Me compro unos pantalones y me van largos.... Ya no me acordaba de esta sensación...


Mr. Fire todo se lo lleva.

domingo, 9 de marzo de 2014

India-Nepal (transición)

Salgo de la India. Mi visita a Chennai, como dije, no fue lo mejor que allí viví. Mujeres con burka, hombres borrachos y cierto agobio decoran a veces el ambiente. Pese a todo ello, como siempre, el factor humano aprobado con nota. Esto es la India. Como prueba de ello, la noche en vela que he pasar en el aeropuerto, camino a Nepal, transcurre entre risas y una buena conversación con el personal que se dedica a transportar viajeros de una terminal a otra. Pasan las horas intercambiando opiniones, preguntas y respuestas en un coche eléctrico de esos raros que no hacen ruido. No quieren dejarme ni un minuto sólo, y aunque han de llevar gente de lado a lado, intentan turnarse para que alguno de los tres esté conmigo siempre.

En India y Nepal, ser español y no gustarme el fútbol es algo que les cuesta asimilar. Así que el tema recurrente es el sexo, eso a todos gusta... La sorpresa es mutua cuando hablas con ellos e intercambias aspectos. Aparte de que tienen un concepto bastante equivocado de Occidente, se sorprenden sobremanera al saber que la dinámica sexual no tiene tanta parafernalia en la Europa del Catolicismo como en la cuna del Kamasutra, y os aseguro, las preguntas son tan directas como indiscretas... Los jóvenes no suelen tener relaciones hasta el matrimonio, y he conocido el caso de veinteañeros que esperan el gran momento con una paciencia de órdago, si no me mienten, que de todo habrá.

Comer fuera de casa en Nepal requiere, como en India, un doble ejercicio: ejercicio físico al ir a mear en ese zulo de metro por metro para no barrer con el cogote las telas de araña del techo, si mides tanto como yo; y otro ejercicio, esta vez de confianza, en el que no debes asociar las condiciones de olor e higiene del WC con las que pueda haber en la cocina. Por supuesto... no suelo mirar esta última. Funciona. La comida es genial allá donde se vaya.

Recorro las calles en busca del restaurante o local donde mejor cocinen los momos, vegetales, of course. Unas veces con éxito, otras... con más pena que gloria. En Katmandú no es sino en casa de mi family, en el barrio de Lainchour, donde mejor saben. En Pokhara, de nuevo este año también el premio es para el Holy Momo, un restaurante para nepalís frente al acceso del Fewa Park. Creo que podría bien escribir una guía especializada... Me he convertido en todo un erudito (léase enfermo) de este plato. Raju se ríe cuando le digo que soy "Momo Man".

En esta ocasión sólo visitaré en Nepal dos lugares: Katmandú y Pokhara, ambos ya conocidos para mí. Y como el tiempo no es esta vez mi aliado he de aprovecharlo al máximo, aunque venga a lo mismo que el último año. En la gran ciudad visitar a mi family, hacer mi peregrinaje budista ya de rigor a cuatro lugares, y seguir con mi formación en la terapia de Cuencos Tibetanos, esta vez con el aliciente de cursar con un nuevo maestro además del que ya tengo. En Pokhara mi interés está en el voluntariado con los masajistas ciegos por las mañanas, y con los niños por la tarde, como ya he explicado otras veces en el blog. Llevo unos días... y es grandísimo.

Sea mi homenaje lo primero a esas mujeres trabajadoras, que lo merecen 365 días al año.

LO significa "año", y SAR es "nuevo", en tibetano. Hemos entrado en el año del Caballo de madera, año 2041 en el calendario budista-tibetano.

Boudanath, grandioso...


Niños en Boudanath. Aquí niños y no tan niños (hasta sesenteros) al verme me dicen "photo, photo!". Les hago la foto, pero la mayoría de gente no tiene mail, sólo es por el gusto de posar y verse después. 

Visita a mi colega Lobsang, tibetano que trabaja de Secretario en el Sakya Monastery, que cuenta con una institución de enseñanza para niños y adolescentes.


El monje más guapo me abre las puertas.

Para flipar: ese globo que tiene entre manos es de esos con los que hemos echado mil guerras de globos de agua, de los que se hinchan poco, porque de lo contrario explotan... Se lo doy y ojo, cómo lo infló! Lobsang me dice que eso es buen presagio de su futura vida. Seguro estoy, qué crío tan especial.

El Sakya Mmonastery. Estuve de pasada en 2010 cuando este edificio estaba en obras. Lo han inaugurado en marzo del 2012.

Lobsang me enseña todos los rincones del monasterio.


Esto son los famosos momos de los que os hablo, y de los que ya hablé en el blog el año pasado.


Desde cualquier monasterio budista se respira la tranquilidad... más si tiene vistas a los Himalayas...

Esta imagen corresponde a una cremación de un cadáver junto al río, en Pokhara.

sábado, 1 de marzo de 2014

India 2014

Difícil... Cada vez más difícil pararme a escribir, pararme a asimilar todo lo que sucede, parar para algo que no sea dormir... 
Estoy en el viaje en el que menos me he conectado a mi gente vía redes sociales pero en en el que más me estoy conectando tanto a mí mismo como a la energía del Amor. Estoy en el viaje en el que menos he llamado a casa para decir mamá, estoy bien. Pero la pobre ya sabe que por estos lares la falta de noticias son buenas noticias. Estoy en el viaje a India y Nepal en el que menos días voy a estar: dos meses "sólo", lo que me limita un poco, pero sé con certeza que no será la última vez que piso Asia, en particular la tierra del Buda.

Poco más de tres semanas han supuesto mi estancia en la India. Se hacen cortas, cortísimas si además las hago con la mejor de las compañías: una chica 4x4, una princesa sin tonterías, el "ki" que le faltaba a mi "ki", para ella todo esto es nuevo... y cómo no, ha vuelto diciendo "I Love India".

Ahora me toca seguir sólo el viaje, y para concienciarme qué mejor que un trayecto de costa a costa de 18 horas de duración, en un tren indio. Pero eso fue casi el final de la India... Empecemos por el empiece...

Febrero y viaje se sincronizan en su génesis. Del frío invierno ibérico paso al calor de los 5 ó 10 grados... Latitud Norte, que en Celsius supone alrededor de 30º. El agua del Mar Arábico tan acogedora como siempre, el sol tan imponente por el día y hermoso en su puesta a la tarde... Hermoso, no... lo siguiente.

Kerala, el estado más sureño con Tamil Nadu, tiene en mi opinión la mejor fruta en calidad y variedad: mango, piña, miles de tipos de bananas, melón, sandía... que conozcamos en Europa, porque después está el cúmulo de frutas de esas que dices qué coño es esto, pero que en zumo o natural llega a salivar la boca y lacrimar los ojos...

Los primeros días transcurren en Varkala, uno de mis cuarteles-base siempre que visito la India: una reserva natural de turismo joven pero que consigue desconectarme de todo. De nuevo repito en el hotel donde el pintoresco 'Noushad', ya un colega, lleva la recepción. Hablar de él sería la leche, y la mitad de cosas no os las creeríais. Pero desde el balcón se ve una puesta de sol, cayendo sobre el mar, a la que ninguna foto hace justicia.

Seguimos la línea de ese mar tan especial hacia el norte, para llegar a las Backwaters. Por fin cumplo el sueño de dormir en un barco para dos, en esas aguas (claro, es lo que tienen los barcos), y las luciérnagas junto con las estrellas lucen especialmente en la noche (claro, es lo que tienen también las luciérnagas y las estrellas...).

Pocos días en las Backwaters, nos vamos a Kumily. Como cada vez que vengo aquí escribo a mi hermana: estoy en casa. En Kumily tengo una familia, ya lo he contado alguna otra vez en el blog. Sin palabras. Shookur presume orgulloso ante el resto de gente, me señala y dice He is my brother. Yo no tengo palabras para el amor con el que me trata siempre, y esta es la cuarta vez que visito su hogar. Su hija mayor me llama "tío", la menor todavía no articula palabra... pero sí grita (menudo carácter!). 

Visito a algunos de mis maestros en Ayurveda. Religiosamente bebemos zumo de piña a diario. Jugamos con las crías. Asistimos a tres shows de Katakali, esa mezcla mágica de percusión, canto, danza y teatro. Paseamos por los alrededores del pueblo con Shookur y las niñas. Vuelvo a casa de Suni, maestro de percusión, a tocar el bombo... Matthew, un cristiano indio, nos invita a comer a su casa perdida en la montaña, y nos anima a que subamos a la cima después de llenar la barriga (WTF? Negativa por respuesta!). 

Siguiente parada: Madurai. En esta ocasión no he descubierto nuevos lugares, he ido a lo ya conocido. Los templos de Madurai bien merecen un viaje jodido de autobús. El complejo de Sree Menakshi es una joya artística en lo arquitectónico que alberga miles y miles de pinturas y esculturas; y es lugar de culto y peregrinaje para los hindúes. 

Esto es el espíritu del sur de la India para mí: arte, gastronomía, religiosidad (aunque no la comparta), Ayurveda, percusión, amistad, sol, colección de sonrisas, y risas a mil...

Pero todo se acaba, y llega la tristeza. El deber deja sólo al placer, y me veo envuelto en mi aventura en solitario, no por ello mal pero sí menos aprovechado. Mi compañera vuela hacia el Oeste, donde me espera, pero no me deja sólo, en ningún momento. Pero por fin ha aparecido la chica de las mil sonrisas...

Sigo, y el tren me deja en Chennai, en el Golfo de Bengala, Océano Índico. Aquí ya todo es diferente. No hay mucho que ver que no sean vehículos pitando, polvo en el aire, marginados sociales y bares... muchos bares. Me sorprende la cantidad de borrachines que hay en este lugar, en comparación con el resto del Sur. Los chóferes de los ricksaw me dicen que me llevan a alguno... ufff, no gracias, la verdad es que invita poco a entrar, por fuera parecen más bien un puti que otra cosa... Los indios tienen el sentido del gusto algo... en especial con la iluminación: luces de neón hipermegallamativas que más bien producen rechazo.

Decido visitar Playa Marina. La segunda playa más larga del mundo, con 14 kilómetros. Que no se ofendan mis amigos indios por lo que van a leer, pero... vaya mierda. En todos los sentidos, me explico: la recorro de norte a sur, esquivando tortugas enormes muertas en la costa, niños que vienen a pedirme rupias por deporte (se les ve que no lo necesitan), y lo que más me llama la atención... gente giñando en la misma costa... Poco a poco empiezo a ver más mierdas que granos de arena, y hasta en algún tramo he de ir con ojo esquivando zurullos del suelo con mis pies descalzos... Shit, nunca mejor dicho, algunas de las piezas de tan escatológico museo son de coleccionista. Maldita sea, pienso a veces, eso ha tenido que doler....

Creo que lo mejor que ví en Chennai fue el recinto que reúne el Museo de la Ciencia, un teatro 3D, y un planetario (todo muy indio, eh? pero resultón). Cuento las horas que me faltan para volar a Nepal... Ey, un momento, quizás lo mejor de Chennai fueron unos trabajadores del aeropuerto con los que me reí la noche en vela que pasé allí...

La banda sonora de este viaje a India:
https://www.youtube.com/watch?v=ICQivtGd08E



Uno de los Paraísos del sur de India


...y con eso te lo digo todo, chavala...
ninguna foto puede hacer justicia a tan bello fenomeno

El Señor Buda espera un lassi de piña, en Madurai


Hay gente con buen corazón… y luego están las personas como Miguel, mi compa de curro. Misión cumplida, chavón!


Las bicis con las que nos movimos en su día por Kumily.

Las aguas de las Backwaters, una mañana tranquila.

La mejor compañía…


Vacaciones perfectas? Dónde hay que firmar?


Backwaters


Katakali... esa mezcla rara de arte... y tan bella.


Talentos infantiles, entre los que participaba mi sobrina india.


Fruta, fruta, fruta...


A esto se le llama "Desayuno completo", hasta donde las fotos pueden mostrar...



Alsifa, la menor de mis sobrinas indias.



Los críos son tan simpáticos…


Jugando al “un, dos, tres… chocolate inglés” pero con unas palabras muy raras, en malayalam, el idioma de Kerala.

El famoso pueblo de Srirangam... famoso por sus... bueno no sé, pasaba por allí
Buda echando el alto, "A ver! Los papeles!"


Ruedas en Chennai. Mejor enseñar esto que la playa....  :-/

Malas noticias en este viaje. Mi amiga Isabel Muñoz nos deja... una pena, pero lo mejor de ella queda entre nosostros.